…(DE)COLORES…

Hace unos días leía un titular, sobre un representante político que expresaba el recuperar el arcoíris como un “fenómeno natural” y no como “símbolo LGTBI”; por lo que antes de decir nada, quise escuchar la versión completa de su intervención.

Y me gustaría poder contestar a la pregunta formulada por este representante político, sobre ¿Por qué es tan necesario izar una bandera en un ayuntamiento y confundir a nuestros hijos con sus colores e introducirlos con pequeños detalles en esta ideología?

Quizás el 28 de junio sea un “día asumido” por una parte de la población global, tras las continuas reivindicaciones del colectivo LGTBI desde la recordada marcha de Stonewall de 1969 y también lleve razón, al “no” ser un “hecho compartido por todos”, ya que en cualquier debate hay una amplia variedad de opiniones, que, encaminadas desde el respeto, pueden llevar a una composición.

Me alegra a su vez, el poder oír la creencia en la “igualdad de Derechos a cualquier miembro del colectivo LGTBI”, al igual que la “defensa del artículo 14 de la Constitución Española”, pero he de reconocer que me apena mucho el poder escuchar que este, el movimiento LGTBI, sea “un movimiento mundial que lo único que busca es la destrucción de la familia”. Me parece una afirmación escasa de fundamento, que lo único que enfatiza es un mensaje de odio que puede derivar en conflictos, hecho que el artículo 14 de la Constitución Española, trata de evitar. La familia, aparte de poder ofrecer un alojamiento y unos cuidados básicos a sus componentes, ha de poder conciliar una integración sociocultural, en sincronía, ritmicidad y reciprocidad al contexto en el que se halle, independientemente de la orientación sexual de los miembros.

Es cierto también que existe una abundancia del “falso amiguismo de compañeros corporativos”, que se apropian de cada color de la bandera para poder promocionar sus productos, favorecer sus ventas o incrementar sus futuros votos electorales. El movimiento del 28 de junio, es un momento para recordar el camino recorrido hasta el día de hoy, con sus avances y retrocesos y una reivindicación de derechos con los que poder progresar como ciudadanos desde el respeto. Por ello, me llama la atención al expresarse “no confundamos el respeto personal con la representación de los partidos”; y es que, a mi modo de entender, los partidos políticos están para representar a la ciudadanía, llevar al Congreso numerosas propuestas a debatir, para poder lograr una mejora el estado del país. Y este hecho se reafirma en que la participación en el sistema democrático ha quedado reducida en muchos casos a un mero ejercicio periódico, marcado por el ritmo de las elecciones y por una descalificación de lo público y de lo común. El propio voto de las nuevas generaciones, que es a menudo poco cavilado y por descarte, se convierte en el último reducto en el que se materializa la democracia, donde se hace palpable y concreta. Es en este proceso de degradación, en el que la democracia se empequeñece y tiende a relegarse a una “democracia de elección”. Por ello, es necesario reivindicar una serie de derechos que, aunque estén escritos en la propia Constitución, su representación y amparo no se ven reflejados en el día a día. Esta marcha, como muchas otras, permiten mostrar la pertenencia a una sociedad, pero no como usuarios, consumidores o clientes; sino como un conjunto de personas que reclaman y promueven su papel activo en la misma.

Por otro lado, me parece interesante tal como se comenta “el pensar siempre en los beneficios que se reportan para el futuro de nuestros hijos“, quizás hoy no sea abuelo, ni padre; soy integrador social, y a punto de ser educador social, así que, desde mi experiencia, y tal cómo se contempla en el RD 1344/1991 por el que se establece el Currículo de Primaria, la educación social y la educación moral constituyen un elemento fundamental del proceso educativo, que ha de permitir a los alumnos y alumnas actuar con comportamientos responsables dentro de la sociedad actual y del futuro; una sociedad pluralista, en la que las propias creencias, valoraciones y opiniones han de convivir con el respeto a las creencias  y valores de los demás. Al mencionar el “recuperar los valores que se están perdiendo”, me hace recordar que los valores no son fruto de la teorización o de la transmisión de contenidos y conceptos, son fruto de la acción social, en relación con vivencias y experiencias de las propias personas; y esta acción social plantea una reforma de progreso en los valores anteriormente concebidos, para ejercer una actitud ciudadana desde el respeto personal al que se hacía mención.

Es curioso leer que el hecho de pintar un arcoíris tenga una correlación directa con movimiento LGTBI, ya que esa sensación de pavor me hace temer que tarde o temprano se ha de proyectar sobre la figura de un menor y sobre su posible futuro comportamiento. La influencia familiar adquiere gran relevancia en la etapa de desarrollo, ya que todo lo aprendido se podrá poner luego en práctica en la relación con los grupos de iguales, estableciendo con ellos/as ciertos códigos, reglas y rituales sociales. Es tal la importancia educativa, que ello repercute en la acción misma de cómo orientar la propia amistad, la posterior elección de un líder entre sus iguales, y su actitud, sobre aquellas personas que, en la búsqueda de su propia identidad, muestren su originalidad en una excentricidad, no entendida o compartida. Por ello, al comparar las nuevas reformas educativas como una metodología que trata de “idiotizar” a nuestros hijos/as, me plantea el hecho de que no se valora quizás la intervención que lleva todo proceso educativo, sobre un escenario de diversos fenómenos sociales, al igual que de su riqueza ante la diversidad y la globalización del s. XXI, que, de no trabajarse adecuadamente, puede dar origen a futuros conflictos.

Comparto a su vez, la expresión de Marcos de Quinto, al expresar que “cuando adaptamos el lenguaje del adversario, realmente el adversario ganará”, ya que en muchas ocasiones lleva consigo a un desenlace en el que predominan los mensajes de odio, atacando a la propia identidad de la persona; alejándose del propio debate que puede enriquecer a ambas partes. Por lo que, más que adaptarse, es poder analizar, comprender su punto de vista, para poder rebatir y argumentar con fundamento.

Y es así, como el arcoíris puede ser un fenómeno natural, un arco de colores que se forma cuando los rayos del sol se reflejan sobre las gotas de lluvia; y a su vez, símbolo de reivindicación de los derechos del colectivo LGTBI, el cual no ha sido un camino “guay” de colores, sino años de lucha, pasados, presentes y venideros.

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